Como tengo poco tiempo, os posteo uno de los relatos de mi blog El Arcángel.
Espero que os guste.
LOS SUICIDAS NO VAN AL CIELO
La luz del Sol entra por la ventana inundándolo todo, como si de pronto el incandescente astro hubiese decidido incordiar a Jacques. Éste se frota los ojos, se tapa con la mano, intentando zafarse de esta luz maldita que le ha despertado. En su lucha contra la amorfa sustancia, tira varias latas de cerveza de la mesilla de noche. Le da igual. Jacques se levanta, está vestido. Vestido y sucio. La televisión está encendida, con un estúpido canal de teletienda. Jacques tiene la sensación de haber tenido una pesadilla. Ha dormido mal, y está cansado, por lo que se tumba en el suelo, entre revistas viejas y cajas de pizza.
Tras dormitar unos minutos, finalmente Jacques se levanta del suelo. ¿Qué hizo ayer? No puede recordarlo. ¿Habrá bebido? Huele su ropa, efectivamente huele alcohol. Entonces se dirige a una mesa pequeña en el centro de la única habitación, aparte del baño, del apartamento. Hay una foto. Aparece una pareja. El hombre moreno, delgado y muy alto. La mujer, delgada, esbelta y rubia, con unos profundos ojos azules y un pelo largo y sedoso. Ella es Elisa. El otro es Jacques -o el otro Jacques que existió hace tanto-. Éste acaricia el cristal que le separa de la foto mientras, melancólicamente, le habla a la mujer.
-Hoy hace 6 meses...
Elisa estaba enferma. Elisa, esa mujer invencible, ese ángel como le llamaba Jacques -mientras ella, riendo, se burlaba de él-, esa belleza encarnada, esa personalidad arrolladora y llena de vida había muerto hacía 6 meses. Seis largos meses, con sus 180 tristes días, con sus terribles 180 noches, con sus 4320 interminables horas, con su infinidad de minutos y segundos que pesaban horriblemente en el alma de Jacques. Elisa estaba enferma de sida, y tal como vino, así se fué. ¿Habría existido de verdad? ¿Ese ángel había vivido con Jacques? ¿No era un ligero sueño? Quizás su vida fuese un sueño, o más bien un sueño convertido en pesadilla.
Jacques sale a pasear por la ciudad. La gran ciudad que un día le pareció el paraíso, donde se besaba con Elisa, donde se escabullían entre sus sombras, era hoy una asquerosa cloaca, donde los indigentes se acurrucaban en sus esquinas, las prostitutas le llamaban con sus voces rotas y las ratas se amontonaban en el metro. Pero todo eso se acabaría, ése día iría con ella, con su Elisa, con su ángel. Aún recordaba cómo en varias ocasiones había intentado infectarse del sida, contaminarse de Elisa, para irse con ella. Va llorando mientras se dirige hacia el puente. No lo había llegado a hacer porque a Elisa se le hubiese partido el alma saber que Jacques moriría de su mismo mal, contagiado por ella. Pero todo daba ya igual, ahora estarían juntos. Jacques vé a una figura oscura en el puente. Un hombre con gabardina quizás. Le grita algo. ¿Qué dirá? ¿Qué más da? Un enorme camión rojo, el más grande que Jacques ha visto nunca, pasa por debajo del puente cuando Jacques se encarama a la barandilla. Siente el viento en la cara.
La luz del Sol entra por la ventana inundándolo todo, como si de pronto el incandescente astro hubiese decidido incordiar a Jacques. Éste se frota los ojos, se tapa con la mano, intentando zafarse de esta luz maldita que le ha despertado. En su lucha contra la amorfa sustancia, tira varias latas de cerveza de la mesilla de noche. Le da igual. Jacques se levanta, está vestido. Se mira. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está? Ayer estaba en el puente, apunto de tirarse. Apunto de suicidarse. ¿Qué hace un día más en este mundo? Está vestido, como el día anterior. Mira rápidamente la televisión: la teletienda. Jacques queda ensimismado.
-¿Y qué hay de raro en ello?-se dice en alto-. Todos los días son iguales.
Apaga la televisión.
-He debido soñar lo del puente, he debido tener pesadillas. He dormido muy mal.
Se encamina a la calle. ¿Va a suicidarse?, decide que no, hoy no. Se pierde entre la enorme cloaca que es la ciudad. Y va sumiendose más y más en ese olor putrfacto, ese olor de ciudad, ese olor que le indica que no es el único cadáver que se está pudriendo en vida. Y de pronto está en el puento. Y pasa el camión rojo, y le grita el hombre, e incluso llega a saltar, pero en el aire la imagen se desvanece.
La luz del Sol entra por la ventana inundándolo todo, como si de pronto el incandescente astro hubiese decidido incordiar a Jacques. Éste se levanta de un salto. Está vestido. Mira la televisión, está puesta: la teletienda.
-¿Qué está pasando...? -susurra-.
Se encamina a la puerta, tiene que salir de esa madriguera donde su pudre. Antes de salir saca la única fotografía que posee de su marco y la guarda en el bolsillo de su chaqueta. ¿Está drogado? ¿Ha estado drogado estos días? Todo da igual cuando uno muere, si finalmente se lanza al vacío desde el puente, esta extraña sensación no puede asaltarle de nuevo. Así Jacques va a descansar. Ahora no pasea por las calles, no se pierde por ellas. Va corriendo, fatigado en dirección al puente. Pero no llega, ¿qué está pasando? ¿Por qué las calles que antes me conducían a ese condenado puente ahora me pierden en las entrañas de la ciudad? Finalmente aparece en el puente a la misma hora de las dos veces anteriores. Y está el hombre de negro gritándole. Y está el camión rojo. Y está el lanzándose al vacío.
Y vuelve a despertarse en su asqueroso apartamento. Y el Sol le da en la cara. Y está igual de vestido e igual de sucio. Y la televisión está encendida emitiendo la teletienda. Y su fotografía, en su marco.
-¡¿Qué está pasando?!-grita-.
Decide escapar. Es la ciudad. Esa maldita ciudad que vio nacer a Elisa, y que vió nacer al violador que la contagió el sida en una calle oscura. Y fue esa ciudad, la que le puso a ese ángel en su vida, para después quitárselo. Y ahora le martirizaba. Jacques coge un tren, y se va lejos de la ciudad. Y pasan los edificios, y después los pueblos, y después los campos. De nada sirve. Jacques cierra de pronto los ojos y, cuando los abre, está de nuevo en el puento. La figura negra se levanta ante él y el camión rojo pasa por debajo. Él encaramado a la barandilla, apunto de saltar. Decide escuchar al hombre que le grita por primera vez. Entonces lo oye, aunque no lo comprende.
-¡La muerte no es la liberación, sino la condena!-le grita aquel desconocido-. ¡Los suicidas no van al cielo, quedan atrapados en su muerte!
Y mientras Jacques se lanza al vacío, oye como aquel hombre ríe macabramente. Él es la muerte. Y sus suicidas están condenados a revivir una y otra vez el día de su muerte. Y siente el dolor, siente como sus huesos se machacan contra el duro asfalto, y siento sus vísceras retorciéndose en su cuerpo y siente el metal del automóvil que le atropella y siente el horrible dolor de la muerte. Comprende entonces que ha perdido su vida, que ya no hay recuerdos, que ya no hay nada. Está atrapado en un día, en el más mísero día de su mísera vida. Comprende que no hay vuelta atrás, que no se está suicidando, sino que en algún punto de su vida, en algún átomo de segundo de su insignificante existencia que queda universalmente atrás, ha cometido el terrible error, y que ya no puede hacer nada. Y ya no existe Elisa, ni siquiera él mismo, porque el ser humano es recuerdos, vida, felicidad: en definitiva, alma. Todo se ha esfumado, y él queda atrapado en esa macabra y desgraciada dimensión hasta el fín de los días e incluso más allá, hasta que el Universo se pliegue sobre sí, hasta que el cosmos estalle en mil pedazos y las estrellas sean absorbidas y derretidas por agujeros negros y entonces su memoria residual, ésa memoria plásmica que queda tras la muerte cuando uno, como Jacques, ha perdido el alma, no quepa ya en esa dimensión y no ya su alma pues la ha perdido, sino su esencia putrefactamente degenerada, descanse por fín en paz, no en el cielo, no con Elisa, pero sí en paz.
La luz del Sol entra por la ventana inundándolo todo...
El Hispánico
26 de febrero de 2007
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5 comentarios:
Realmente bueno!!!Hispanico...
Como estas?? Bien??
Pere
Jaja.. si estoy bien... ¿Por qué me lo preguntas? Soy algo excéntricoescribiendo estas cosas... pero vamos que no me voy a suicidar ni nada xD... si no no me staria matando a estudiar para ir a la universidad (si es x eso x lo q lo dices).
Bueno, muchas gracias!!!
No, nunca pensaria de ti semejante cosa. Simplemente quiese saber como estabas, porque decias que andabas un poco liado!!!!
Ya te voy conociendo y me pareces un chico serio y sensato que como dices se mata a estudiar!!
Saludos y espero no te moleste.
Pere
¿¿Molestarme?? Ni mucho menos, ¡gracias por tu interés! Pues ando, muy liado. Mismamente mañana tengo un examen larguísimo de Historia de España (desde el Sexenio hasta la dictadura de Primo de Ribera, pasando por Alfonso XII, la Regencia, el 98, el Regeneracionismo, las crisis... etc) y nada, liadísimo.
Aunque siempre saco un hueco para escribir aquí, todo sea por una buena causa: la de la promoción de la Corona española y el combate contra el mamón de Zapatero. Pa eso siempre tengo tiempo. ;)
Un beso!
PD: mandame algun mail a el.hispanico@gmail.com y asi hablamos mas detenidamente algun dia!!
La epoca que mas me gusta de la historia de España, puede ser con mucho la de la Regencia de Mª Cristina.
Ya te mando algun e-mail.
Gracias.
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