10 de febrero de 2007

DOÑA LETIZIA

Tengo la convicción moral de que debo expresar lo que he visto.
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A Doña Letizia, desde hace 3 años, se la llama de todo. Desde atea y republicana, hasta frívola y ambiciosa. Acabo de ver en el Telediario el funeral de Érika Ortiz Rocasolano. Y han repasado las imágenes de días anteriores, del día del responso. Y me he fijado en un detalle, en la primera imágen de Doña Letizia despues de conocerse la muerte de su hermana.

Los Príncipes y la madre y el abuelo de la princesa bajan del automóvil oscuro. Doña Letizia sujeta el paraguas y entonces lo vé todo. Vé el edificio que alberga el cuerpo sin vida de su hermana. Da el primer paso hacia el final y definitivo reocnocimiento psicológico de la muerte de su hermana. Vé a todos los periodistas, vé a su abuelo, a su madre. Y Doña Letizia, esa mujer "frívola", "ambiciosa", "sin escrúpulos" -como la acusan los esperpentos republicanoides-, se derrumba. Baja un momento el rostro, está a punto de derrumbarse... pero no. Doña Letizia se obliga a recomponerse, se observa como levanta la cabeza, se vé como contiene las lágrimas y se obliga a demostrar lo que es, una princesa, la heredera de Doña Sofía. Levanta el rostro y camina los pasos más tristes de su vida. Y después se genuflexiona, por dos veces, ante Su Majestad el Rey. Y tras el funeral, cuyo final estoy viendo en directo, se abraza con Doña Sofía y vuelve a hacer la genuflexión. ¿Puede haber mayor muestra de dignidad? ¿Puede haber mejor Princesa de Asturias? Yo creo que no

Estoy seguro que tras estos hechos, Doña Letizia ha ganado numerosos adeptos, y no por pena, sino precisamente por la dignidad que ha demostrado. Uno de ellos yo, antes la defendía como institución, a partir de ahora, como princesa.

Viva la Princesa.

El Hispánico


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6 comentarios:

pazzi dijo...

Vamos a ver, antes de nada dar el pésame a la princesa por la muerte de su hermana.

Pero hay algo en lo que no estoy de acuerdo. Que esta señora haya vivido una tragedia realmente no me ha hecho monárquico, y no ha ganado mi simpatía. Tan sólo mi momentanea compasión.

La imagen del rey cuando murió su padre, llorando, tan sólo me hizo sentir lo mismo que en esta ocasión. El darte cuenta que el señor que está como "institución" es tan sólo un ser humano más, al cual parieron, el cual se reproduce y el cual muere. Y por lo tanto es un ser humano como yo y como todos.

La muerte nos hace a todos iguales y "admirar" a alguien por lo que hace en estas situaciones me parece algo sin sentido. Os aseguro que no hizo otra cosa que no hubiéramos hecho muchos ante la muerte de un ser querido.

Ojo a una cosa. Me considero republicano, pero no voy insultando a la familia real, tan sólo me limito a ignorarla, porque hoy por hoy con los problemas que está causando el ZP, esta institución está demostrando que no sirve para nada.

Saludos.

P.D. Por si hay alguna duda, si en mi vida tuviera que saludar al rey en un acto oficial o no oficial, me inclinaría, como dice el protocolo, que para eso es hoy por hoy el jefe del Estado.

El_Hispanico dijo...

Yo no he dicho que haya convencido a TODO el mundo, creo que muchas personas -y no lo he dicho solo yo, pon la TV y verás-, son ahora más partidarios de Doña Letizia y no por pena, sino por demostrar que sabe llevar con la mayor dignidad ser Princesa de Asturias y heredera consorte de la Corona de España.

No me tergiverses, haz el favor.

chlg dijo...

Reválida para una Princesa

POR ANTONIO BURGOS
http://fororeal.blogspot.com/
ABC

EN aquella casa de la urbanización playera, vamos a poner Sotogrande para no dar pistas, había ese silencio que sólo existe en las casas de los ricos. En aquella casa de la urbanización playera, vamos a poner Guadalmina para despistar, había ese silencio centroeuropeo que da el dinero. La dueña de la casa había invitado a cenita simpática a un grupo de amigos. Estaban ya en el café y el menta poleo de la terraza de blancos butacones. Copas y charlita. Salieron a relucir, cómo no, los Príncipes de Asturias. Los presentes eran de la pretendida antigua observancia monárquica, pero de la secta de los que largan. Para abreviar: de los que les pareció mal en su momento que el Rey legalizara el PCE. Pusieron a Doña Letizia como se suelen: como no quieran dueñas. Y del Príncipe, ni te cuento lo que largaron.
Estaba en la tertulieta, café y habano encendido, jamando partida, un viejo monárquico. De los de Estoril. De los viejos liberales del Conde de Barcelona. Tratábase de un notario jubilado de Madrid, que durante la cena había dado un recital de ingenio y agudeza, dominador de ese bien ya casi tan escaso como el agua que es el arte de la conversación. Su brillante locuacidad en la mesa se había trocado en mutismo evidente y patente durante los cruces de invectivas, chistes de Sabina y mal gusto, y cuchufletas varias contra la Princesa de Asturias.
Al verlo tan callado, la dueña de la casa trató de sonsacarlo:
-Hay que ver lo callado que te has quedado de pronto -le dijo-, con lo ocurrente que has estado en la cena. Que queremos saber tu opinión: a ti, ¿qué te parece Letizia?
Y el viejo monárquico, muy serio, sentenció:
-Pues me parece que Doña Letizia es la Princesa de Asturias y punto.
Se hizo inmediatamente un silencio de culpabilidad. Un silencio de casa rica, rica, rica. Y empezaron a hablar del tiempo y de las cenitas simpáticas que quedaban en otras casas de amigos para las venideras noches bajo las estrellas.
Aparte de un señor, el notario jubilado de Madrid, al que recuerdo en aquella ejemplar lección de lealtad a la Institución con una sola frase, se me aparece ahora como un adivino. En los recientes y dolorosos acontecimientos de la trágica muerte de «su hermana pequeña», a muchos nos ha parecido lo mismo que al jubilado notario, monárquico de Estoril: que Doña Letizia es la Princesa de Asturias. Bastante Princesa de Asturias. Ha superado la reválida cíclica y permanente a que en España sometemos a las personas reales. Hay republicanotes que dicen que es mejor elegir un presidente cada cierto número de años, compareciendo en las urnas. Hasta frente a ese argumento sale triunfante la Institución Monárquica: a los Reyes, los Príncipes y las Infantas se les exige un mayor control de calidad. Tienen que pasar la ITV cada día, comparecer a cada instante ante las urnas de la opinión pública. En la España que se proclama mayoritamente «juancarlista», del Rey abajo todos los miembros de la Real Familia han de aprobar cada día la selectividad. Su Majestad, como sacó «cum laude» en el discurso televisado con que paró el 23-F, tiene ya aprobado por curso. Pero a los Príncipes de Asturias se les exige que superen la selectividad diaria. Doña Letizia ha superado ahora, y a qué precio de dolor, su reválida de Princesa de Asturias. Desde la muerte de Lady Di, al pueblo republicanote y juancarlista le encanta que sus Reyes se peguen unas pechadas de llorar importantes, que sean humanos, «como nosotros». Se exige que el solemne distanciamiento de la magia de la Monarquía sea sustituido por la identificación y cercanía con el pueblo. A los Reyes, que antes eran educados para no expresar sus sentimientos en público, ahora se les exige que salten al corear el gol de la selección de fútbol; que se rompan las manos aplaudiendo; que besuqueen y abracen a los artistas. Que lloren. Que no sean como los Reyes siempre fueron, sino como nosotros queremos que sean. Doña Letizia se ha aprendido tan bien su oficio a la española y aprobado con tan buena nota esta reválida del dolor, que nos ha hecho ver, en vivo y en directo, las mismas lágrimas de Doña Sofía cuando el Yakolev o el 11-M. Como el viejo notario monárquico, cada vez tengo más claro que Doña Letizia es la Princesa de Asturias. Y punto.

El_Hispanico dijo...

Simplemente brillante, fantástico. Lo posteo ahora mismo, porque creo que es un artículo interesantísimo que plasma fantásticamente de lo que quiero hablar.

chlg dijo...

cantar bravos soldados de españa
la gloria de ser fieles guardias del rey
mantener el espíritu alerta
por ser custodios del primer español

(siempre al servicio de la corona :DDDD)

Anónimo dijo...

Ha pasado más de un año de vuestras palabras. Tengo más claro que nunca que Leticia Ortiz no sólo no vale para el cargo sino que tampoco vale para la vida que desconcertantemente ha elegido. Creo más firmemente que nunca que este matrimonio es la crónica de un desastre más que anunciado, que se veía venir desde el principio y que hay algo contra lo que no pueden luchar los afanes dialécticos por adornarla con lo que no tiene: la realidad es tozuda y a la vista está que esto es un desastre. Lo mejor que puede pasarle a Leticia Ortiz, empezando por su propia salud pues así de importante es la cosa, es que salga de la Casa Real, también será lo mejor que le pueda pasar a la propia institución.